Palomares tiene vértigo y De la Cuadra sabe la forma de quitárselo de sopetón: obligándole a subir al lugar más alto del barco. Así pueden, además, otear el horizonte e intentar averiguar por qué ha salido un arcoíris cuando no hay lluvia o por qué se están moviendo cuando los motores están parados y no sopla el viento. Una vez más, el mar parece haber tomado el timón del barco. Pronto verán que es lo que tira de ellos, ante el Estrella Polar se divisa una enorme catarata, como si el mar se hubiera dividido en dos alturas. Semejante caída puede partir literalmente el barco por la mitad.

Hoy es el cumpleaños de Valeria y le han preparado una gran fiesta sorpresa pero la pequeña no está para celebraciones. Se ha enterado de que su padre pasó la noche con Leonor y se siente traicionada. El capitán, ajeno al enfado de su hija, se queda atónito al comprobar que no está invitado a la acampada nocturna que él mismo le ha regalado a su hija. Julia, conciliadora, convence al capitán para que vaya a la acampada de todos modos.
De la Cuadra está volcado en los preparativos del cumple de Valeria, una dedicación que saca a relucir el instinto maternal de Salomé. ¿Y si en vez de ser el tío Julián tuviesen sus propios hijos?. A De la Cuadra la propuesta le pilla por sorpresa y reacciona huyendo sin contestar. La cocinera está muy triste por la respuesta de su novio, no sospecha que el verdadero motivo del primer oficial es que con el cáncer que padece, no le parece correcto tener un hijo que se quedará huérfano al poco de nacer.
Ainhoa decide hacer público su amor por Ulises delante de toda la tripulación y propone al polizón dar un paso más allá en su relación y afianzarla definitivamente. Gamboa, sin embargo, no pensará quedarse cruzado de brazos.
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